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Por: Enrique Campos Suárez

No acabó bien la elección judicial del domingo, hasta los aliados de régimen se han visto en la necesidad de criticar la manera como se ha dado este tránsito en un año, desde la constitución de una mayoría calificada tramposa, la aprobación de cambios constitucionales surgidos del rencor, hasta la fallida elección de ayer 02 de junio.

Porque, además, esa forma de apoderarse de la autonomía judicial llegó de la mano de un par de hechos que deberían al menos llamar la atención de aquellos que se dicen de izquierda.

La presencia de militares en el salón de sesiones del Consejo General del Instituto Nacional Electoral, sin avisar a los consejeros y en plena jornada electoral, y el desalojo de un foro cultural para evitar un concierto, con elementos de Ejército en pleno corazón de la Ciudad de México, son hechos que no pueden calificarse de nimiedades.

Ni el evidente retroceso estructural de las instituciones, ni esos “pequeños detalles” verde olivo son compatibles con el país democrático que hasta hace poco estaba en construcción.

La narrativa está dominada por el régimen, pero cuando las consecuencias ya se pueden medir es más difícil esconder las afectaciones, empezando, claro, por las económicas.

Los números de la elección del domingo, tanto de participación como del espejo entre los acordeones y los resultados, no esconden ya las intenciones autoritarias.

Y en materia económica, las bajas expectativas que tiene el desempeño de México tampoco dejan dudas de que algo, interno, no está funcionando.

Donald Trump, el anillo al dedo de la Cuarta Transformación, es claramente responsable de un deterioro económico global, empezando por su propio país, pero México tiene el agravante de sus propias políticas internas que acentúan los malos pronósticos.

Ya con la política arancelaria del gobierno de Estados Unidos incorporada en sus estimaciones, el Fondo Monetario Internacional estima una expansión para este año del Producto Interno Bruto (PIB) mundial de 2.8%, para Estados Unidos apenas 1.8%, Canadá, el otro socio afectado en la misma proporción que México una expansión de 1.4 por ciento.

Vamos, América Latina, tan sensible a las políticas del presidente republicano, espera en su conjunto un crecimiento de 2% y México tiene una estimación de una caída de su PIB de -0.3 por ciento.

Esa separación de otros países comparables, por sociedad comercial o nivel de desarrollo, solo se explica por los factores internos.

Los analistas que mensualmente consulta el Banco de México dejaron ver en su más reciente estimación, publicada ayer, que el PIB habrá de crecer 0.18% este 2025 y 1.41% el próximo año.

Estos son pronósticos más generosos que los del propio Banco de México, que estima que este año apenas se expandirá el PIB 0.1% y en el 2026 0.9 por ciento.

Y por más que el banco central mexicano se haga, por ahora, de la vista gorda de su mandato único de combatir la inflación y se apresure a bajar las tasas para apuntalar la economía, lo que subyace es la desconfianza.

Lo que cambió en México no es positivo y ya se nota en los números.

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