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Desde la inesperada dimisión de Freeland el lunes, Trudeau ha evitado a los medios de comunicación.

Debilitado por la dimisión de su viceprimera ministra, Chrystia Freeland, y acosado por Donald Trump, la oposición y parte de su propio partido, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, se enfrenta al momento más difícil de su carrera política.

Desde la inesperada dimisión de Freeland el lunes, Trudeau ha evitado a los medios de comunicación y se ha limitado a aparecer en un evento navideño ante fieles seguidores de su Partido Liberal para reconocer que había sido una jornada difícil.

Los medios de comunicación del país están llenos de artículos en los que supuestas fuentes cercanas a Trudeau explican, de forma contradictoria, que el político de 52 años se está tomando las vacaciones navideñas para “reflexionar” sobre su futuro, que ya ha decidido dimitir o que quiere continuar al frente del Gobierno.

Lo cierto es que nadie sabe qué es lo que va a hacer. Pero los acontecimientos de los últimos días presentan un fascinante paralelismo con los eventos de hace 40 años cuando el primer ministro canadiense era otro Trudeau, Pierre, su padre.

Justin Trudeau tiene al menos hasta el 27 de enero de 2025 para reflexionar. El Parlamento canadiense inició sus vacaciones navideñas el martes y no reanudará sus sesiones hasta esa fecha.

Mientras, no dejan de aumentar las solicitudes de que dimita como primer ministro así como los ataques de sus enemigos, empezando por el presidente electo de EE.UU., Donald Trump, que no para de humillarlo en público sugiriendo la anexión de Canadá y calificando de “gobernador” al primer ministro.

Tras la dimisión de Freeland, un sondeo realizado el martes por la firma Abacus Data coloca a los conservadores hasta 25 puntos por delante de los liberales en intención de voto, su mayor ventaja desde 2015.

Si perder a quien ha sido su mano derecha durante gran parte de casi una década en el poder es malo, lo que está siendo especialmente doloroso para Trudeau es la forma y simbología de la dimisión.

Con el electorado especialmente descontento por la marcha de la economía tras años de un imparable aumento del costo de la vida que ha dejado a millones sin la posibilidad de comprar una vivienda o incluso pagar por alimentos, acusar al Gobierno de “costosas pantomimas políticas” en vez de prepararse para la presidencia de Trump no es una buena señal.

Y por otro lado, es al menos la tercera vez que una ministra que se enfrenta a Trudeau se ve fuera del Gobierno. Para alguien que se define como un acérrimo feminista no es una buena imagen.

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