En ella los corredores tropiezan, se tambalean y ruedan hacia la victoria.
Tom Kopke, de Múnich, fue el rey de Cooper’s Hill en la competencia anual de queso rodante, donde los corredores se lanzaron por una pendiente peligrosamente empinada de 180 metros en busca de una rueda de queso Double Gloucester que se desplazaba a toda velocidad. Kopke fue el primero en llegar al pie de la colina, detrás del queso.
La competición, que tradicionalmente se celebra el día festivo de finales de mayo cerca de Gloucester, a unos 145 kilómetros al oeste de Londres, se remonta al menos a dos siglos, quizá incluso más.
Miles de personas asisten, que abarrotan los bosques que flanquean la colina o se refugian tras las vallas de la base, mientras competidores de todo el mundo se arriesgan a sufrir lesiones graves con la esperanza de alcanzar la gloria.
La gravedad y la aceleración se combinan para dejar a pocos corredores en pie, lo que provoca caídas épicas que pueden resultar en torceduras de tobillo, fracturas de clavícula y conmociones cerebrales.
Ava Sender Logan, de Londres, ganó la carrera femenina tras dar volteretas y rodar al menos una docena de veces mientras se agarraba la cabeza.
“Probablemente lo sienta mañana”, dijo. “Me pareció bastante largo el descenso y luego me golpeé la cabeza. Estoy en el suelo, eso es lo que importa. Estoy bien”.