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Por: Alfonso Muñoz de Cote Otero

Por un momento imaginemos que la existencia de la Organización de Naciones Unidas (ONU) se sometiera a voto y que una mayoría de países decidiera su desmantelamiento.

Los incentivos para el surgimiento de un entorno caracterizado por la anarquía estarían a la mano: los países más industrializados estarían tentados en luchar entre sí para gobernar el mundo, es decir, para convertirse en Imperio. Los países más pobres quedarían más aislados de lo que se encuentran en la actualidad.

Se abriría una época de conquista de territorios; algunos países dejarían de nombrarse como los conocemos en la actualidad para convertirse en colonias de los países más ricos.

La inestabilidad política en el mundo y las crisis económicas se potenciarían; los ejércitos cobrarían relevancia; las guerras se multiplicarían; y el número de muertos se contarían por millones.

Los derechos humanos dejarían de ser materia fundamental como producto de la civilización y el derecho internacional desaparecería.

El mundo alguna vez fue así. Un mundo sin la ONU.

Pero no pensemos que nos encontramos en el mejor de los mundos. Existen países que han dejado de escuchar las recomendaciones y los mandatos de la ONU. Al no ser vinculantes, con excepción de las decisiones que toma su Consejo de Seguridad, no se asumen responsabilidades, por ejemplo, para disminuir la emisión de gases invernadero.

Es cierto, la ONU como todo organismo, tiene que ser reformada periódicamente para evitar que sea rebasada por el tiempo. Por ejemplo, su Consejo de Seguridad se encuentra entrampado. Algunos de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial, en la actualidad, se dan la espalda entre sí a través del veto de resoluciones. En lugar de solucionar conflictos bélicos, el Consejo de Seguridad se politiza y se polariza.

En el siglo pasado surgieron organismos como la Sociedad de Naciones y de las Naciones Unidas; también surgieron modelos de cesión de soberanía como la Unión Europea, pensando en el comercio como un instrumento de paz.

Ha llegado el momento de analizar la situación actual de la ONU. ¿Hacia dónde se dirige el mundo sin la existencia de un árbitro?

En el Consejo de Seguridad existen cinco árbitros que no dejan jugar libremente a decenas de países porque únicamente se observan entre ellos; uno quiere prevalecer sobre los otros y los otros sobre uno.

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